Little Queen

07/08/2019

«No vuela quien tiene alas… sino quién tiene un cielo». Elvira Sastre

Suena Where I stand de Mia Wray en el escritorio del salón, la casita marinera resulta abrasadora en verano, las horas parecen pesar, y que queréis que os diga es imposible que pueda tomarme un café frío en una taza. Descubro un rincón entre dos ventanas, donde el mar se siente de golpe, un escondite secreto para escribir un rato, pero Jorgito me encuentra, este niño no suelta su manta ni en el mes de agosto, se acurruca a mi lado con la brisilla marinera y escribimos juntos. Que bonita es esta canción, me transporta a mi planeta burbuja, a esos ratos infinitos de vino blanco, no consigo sacármela de la cabeza.

Este post va dedicado a un puñado de seres, un poco míos, por qué no decirlo… al menos así lo siento, esas personas que elegimos, que dan sentido al camino y que hacen que cada canción sea una banda sonora. No sé que estaréis haciendo ahora, probablemente salvando el mundo de algún modo, os mando un abrazo enorme desde el planeta escondido.

Little Queen,

Gracias por ser capaz de sobrevivir a tres vuelos cancelados, un par de retrasos y más de tres horas de acampada en el aeropuerto sin perder esa sonrisa. Gracias rubia, por ese viaje en tren sin precedentes para reconectar contigo misma y reír por fin. Gracias «norteña» por descubrir con nosotras tu primera noche libre de mamá full time y volver a la ciudad donde empezó todo para dormir más de cuatro horas seguidas. Gracias pequeña aventurera, por dejar de salvar el planeta un ratito y comprar sushi conmigo en un nuevo Madrid. Gracias soñadora, por ser esa estrella de Hollywood en un autobús de cinco horas, por cada una de tus carcajadas y esa vida tuya al más estilo rock and roll. Y por supuesto a ti, «novia amarilla», miles de gracias por ser irrepetible, única y sensacional, por ser esa amiga del alma que nos une y tenemos la suerte de compartir, por plantarte tu velo en una gorra, tu vestido de reina y recordarnos a todas lo bonita que es la vida.

Querría detener el tiempo en una burbuja y regalaros esa visión de vosotras mismas en mis espejos. Porque quizás así veríais todo eso que yo veo, esa parte desapercibida que os hace especiales, cuando salís en pijama a la terraza a soñar despiertas.

Entonces apareció ella, con su alegría desbordante y sus medias de fantasía… e iluminó la habitación, dibujando constelaciones, como solía hacer cada vez que entraba a un lugar y como había hecho desde el momento que la conocí, hacía ya más de doce años.

Porque aunque te encontrases en el pico Everest, en medio de una tormenta de nieve o en un naufragio a lo Titanic, con ella siempre te sentirías capaz de todo, feliz, con ganas de palomitas y de viernes por la noche… Y habría paz incluso en un huracán devastador.

Novia amarilla, te vi en un sueño, con un conjunto rosa chicle de anillos de compromiso, una diadema birichinática y un ramo de lavanda, te imaginé bebiendo cafés con dulces en una ciudad caótica con tus amigas. En un parque de Nueva York compartiendo secretos Gin tónic en mano, y te soñé bailando sobre la ciudad con tus tacones, deslumbrando a la multitud en una noche de primavera. No sé si ocurrió de verdad, o fue tan sólo un espejismo, una ilusión fugaz… a veces vivimos demasiado deprisa, tanto que los momentos se nos escapan como agua entre los dedos, y no sabemos bien si hemos estado allí o tan sólo ha sido una ilusión, una fotografía borrosa, un sueño loco perdido en una vida de rutina, de relojes, de horarios establecidos. Real o no, me encanta recordarlo, cerrar los ojos y verte, difusa en mis recuerdos, sentada en aquel sofá con cojines estampados.