Que alegría que el blog haya continuado estos dos años. Al principio era difícil organizar un blog con tantas ideas, pero poco a poco me he esforzado en darle forma y sentir mucho más cada una de las entradas que escribo.
Ya estamos en 2014, es un número bonito, el 14 me da buenas vibraciones… probablemente porque nací un 14 de mayo presiento que este será un buen año, un año de orden, un tiempo para recoger los frutos que hemos sembrado y visualizar mucha más luz en el camino.
2013 ha sido un año de lucha para la mayoría, 2014 será mejor porque ya estamos preparados para la carrera. Un besazo enorme y mil gracias por estos dos años de blog.
31 días de sueños
Nunca dejamos de dar vueltas, de movernos hacia alguna parte. Así es la vida, hacer maletas y deshacerlas, tener miedo y caminar. Perderse y encontrarse, o no encontrarse y a pesar de todo seguir buscando.
Creo que la vida de las personas puede medirse de muchas maneras, algunas personas se miden a sí mismas por sus logros, por el dinero, por lo que poseen, por ese golpe de suerte. Mientras que otros lo hacen por el trabajo, el sacrificio, por lo que han conseguido y cosechado. Estos suelen ser los más inteligentes.
Yo siempre he pensado que una forma muy buena de medir tu vida es mirar a tu alrededor y darte cuenta de quiénes se miden contigo. Cuando la gente que se mide contigo es extraordinaria, probablemente es que vayas por el buen camino. Me emociona ver a la gente inquieta, trabajando duro por construir ese barco con el que sueñan. Diciembre es el mes de los soñadores.
Volando en Bicicleta
Cuando era pequeña pocas cosas me hacían más feliz que subir con mi bicicleta la colina de mi urbanización, era duro aquello, pedalear hacia arriba nunca fue fácil, toda una hazaña, en pie sobre los pedales, girándolos con toda la fuerza y la energía que tenía, como si aquello fuese lo más importante de mi vida… Porque merecía la pena llegar a la cima, visualizar todo ese mundo bajo mis pies. Era una conquista genial, por un instante, todo! absolutamente todo me pertenecía. Subir sobre el sillín y dejarse caer, a veces sin manos, sin pies… volando durante segundos sintiendo aquel airecillo húmedo en la cara y aquella sonrisa…
El caso es que con el tiempo, sin darnos cuenta nos volvemos demasiado exigentes con eso de la felicidad. Hace mucho que no pruebo a deslizarme en bicicleta por aquella colina, ya casi he olvidado aquellas sensaciones. Hace como diez años que realizo ese trayecto en coche, una rutina práctica, sin acordarme casi nunca de la niña que fui. Prometo que cuando regrese a casa, será la primera cosa que haré. Sin pies, hacia abajo… volando!
Aquellos días en la universidad, parece que fue ayer. Todas metidas en el ascensor, apretujadas y esos chistes absurdos que sólo entendíamos nosotras. Una charla rápida en el bar de abajo y a pasear los apuntes por las bibliotecas. Éramos de las del «hoy no salgo»… y ni siquiera volvíamos a casa a cambiarnos de pantalones 😉 Un autobús de la nada. Madrid, por ejemplo. El equipaje, vuestra compañía.