Espacios, grandes o pequeños, temporales o definitivos. Espacios que creamos con pasión para quedarnos un ratito o por qué no… para quedarnos toda la vida. Y a la pregunta de por qué eres tan maniática del orden, por qué adoras las cestas de mimbre hasta la enfermedad o por qué el blanco invade todas las habitaciones de tu casa y de tu rutina… la respuesta es esa, ESPACIO, reino, planeta, «estar a gusto».
Esta eres tú, quien lo iba a decir… frase genial de una compleja película de Isabel Coixet, que marcó un antes y un después en mi forma de mirar el mundo y percibir las pequeñas cosas de la vida. Porque es cierto que encontrarnos a nosotros mismos es una asignatura pendiente en este viaje, en ocasiones lioso, difícil y en forma de laberinto. Pero si algo he aprendido en estos últimos diez años, es que pase lo que pase, aunque creas que no podrás superar esa muralla, al final todo se mueve hacia delante, evoluciona y se matiza, y nada es tan fatídicamente grave, ni tan aburridamente sencillo, porque las cosas son como son, y con eso debería bastar.
Aprendes a filtrar, a dejar a un lado a las personas que no te suman nada, a las que te exprimen y te absorben la energía, porque tras horas de terapias personales y de viajes espaciales… aprendes a decir NO (qué fácil era y cuanto nos ha costado). Porque no eres heroína, ni superstar… y necesitas dormir ocho horas como todo ser humano, con la conciencia limpia, con tus principios inalterados, con tus muebles en su sitio y tu nave espacial aparcada en la puerta, con las luces apagadas y abrazada a la almohada.
Respiré muy fuerte esta mañana, más fuerte de lo habitual… eso seguro, preciosos cafés pre-otoñales. Las luces de agosto se difuminan y se convierten hoy en grises de nubarrones, y no quiero que llueva. Hoy no.
La butaca en la terraza y ese oleaje repetitivo, esas olas que retumban más dentro que fuera de la habitación. Septiembre siempre ha sido nuestro mes de reseteo, de echar de menos, de naufragar. ¿Cómo puede uno perderse tanto en una habitación con cuatro paredes? ¿Cómo puede uno decepcionarse tanto por aquellos barcos que parecen navegar lejos, casi invisibles entre las olas?Yo era de coleccionar barcos, de perseguirlos, de atraparlos en botellas para siempre… absurdo, ilógico… Todo lo que viaja lejos de ti, es porque no quiere hacerlo a tu lado, gran verdad universal (y sí, eso también ocurre en Saturno). Todo lo que no está a tu lado, todo lo que no te consuela cuando lo necesitas… Todo lo que no está, es porque no está, y todo lo que no se percibe es porque no quiere ser percibido. Y contra esta ley o teoría física elemental, no hay poderes humanos que comulguen. Así que no persigas barcos que no entienden tu oleaje, no intentes navegar sobre mareas ajenas a ti. No lo hagas, sólo encontrarás soledad.
Te cuento una cosa… ahora me ha dado por las sesiones de música indie, parece que mi independencia otoñal se refleja también en la música. Mejor sola que acompañada de reptiles que cambian de color, mejor sola escuchando indie que bailando entre apariencias. Amando hasta lo más profundo a esa gente que es amarilla y no se camufla ni siquiera en el campo de batalla. BRINDEMOS POR LA GENTE AMARILLA!
Cierro los ojos y esta melodía invade mis poros, te imagino corriendo por la orilla entre las olas, entre carcajadas… que auténtico eres. Con esa sonrisa partida y esa forma tuya tan peculiar de balancear las cosas… Puede que me gustes, y eso que te vistes raro, nunca fue tu fuerte combinar colores, rayas y cuadros… sombreros de paja y tirantes, y es que todo te sienta bien, mi chico «indie»