El Mercado de las flores

Hoy como muchos otros domingos me he levantado temprano… y es que por más que lo intento no puedo dejar de madrugar, que lejos quedaron aquellos días en los que dormía como una marmota y me levantaba para la merienda. Aunque lo niegue mil veces, soy más de «desayunos», unas buenas tostadas con mantequilla, mermelada y un buen café con leche no tiene precio. El caso es que cuando a las nueve y media de la mañana de un domingo te sientes con una explosión de energía un tanto ruidosa, tienes que escapar de casa. Y nada mejor que un paseo por el mercado de la flores en Columbia Road, de película.

Tantas flores y ese olor a lavanda… me ha transportado a otra época, a aquella niña que jugaba a coleccionar cosas perdidas y construía cabañas para ver el amanecer… la que se caía de la bici y bailatoeba en su jardín de Málaga, regando su jardinera y plantando macetas con su oxidada cajita de semillas. La verdad es que no creo que exista una gran diferencia entre los niños que fuimos y las personas que somos hoy, supongo que no cambiamos demasiado, tan sólo crecemos un poco e intentamos perfeccionarnos, en esa búsqueda inquietante por ser mejores cada día.

Aunque al menos yo… aún sigo cantando con el cepillo del pelo como micrófono de vez en cuando, (imagino que tú también lo haces).  Y me emociona comprar bolsitas de lavanda en un mercado perdido por Londres, porque un simple olor puede llevarnos muy lejos.

Observando los colores y la simetría de las flores, todo me ha parecido un poco menos complejo.  Por primera vez he percibido la rutina como una forma de perfección, porque cuantas veces la naturaleza tuvo que crear cada una de estas flores previamente… cuantos años y años de evolución. No estamos ante un círculo aburrido, sino más bien ante una muestra de maestría, porque para alcanzar el diez hay que repetir las cosas un millón de veces, con el truco de encontrar que parte mejorar en cada vuelta.

Con ocho años somos un poco como la naturaleza, poseemos una ilusión mágica por cada círculo. Pero después dejamos de ver las flores y nos encerramos en una incertidumbre agotadora, sin saber que el miedo no es más que una prolongación de nuestras dudas de colegio.

Lo mejor será dejarse llevar… disfrutar de este viaje con todos los sentidos, porque no sabemos cuando tendremos que bajarnos y si lo pensamos bien, es un viaje apasionante!

Mi escondite preferido de hoy ha sido una tiendecilla vintage, cada detalle estaba perfectamente cuidado, colgantes, tarjetas, broches y un gusto decorativo de esos que me enamoran. Me habría quedado para siempre!!! Ha sido muy gracioso que la tienda se llamase J&B (especialmente puesta en el camino para nosotros, estas son las cosas que nos pasan Jorge! ;))
Os dejo el enlace de su tienda online, 100% recomendado, aunque mucho mejor pasarse por Columbia Road y verlo con tus propios ojos! Para terminar la mañana un poco de música y un retorno a mis recuerdos de jardín, sólo que esta vez no he necesitado el viejo radiocasete, ha sido mucho mejor, unos músicos callejeros nos han regalado un concierto genial en plena calle. Sólo quedaba cerrar los ojos y dejarse llevar por todo el mercado. 
Poner todos los sentidos para no perdernos nada, buscar la inspiración en todo lo que hacemos… continuar en esa búsqueda,  porque al fin y al cabo somos unos afortunados.
Os recomiendo las reflexiones de una peli que me encanta, «La física de la búsqueda». (Película Come, reza, ama 2010).

Buena suerte y buen inicio de semana! Besote y hasta la próxima. BB
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