De viaje al ascensor

Entras en un ascensor, esos dos o tres minutos claustrofóbicos entre personas con las que nunca has cruzado palabra… que cosas, cuanta soledad incomprendida. A veces me gusta jugar a imaginarme de donde vienen, a donde van… como serán sus vidas; quizás ellos hagan lo mismo conmigo, nunca se sabe. Compartimos espacio y tiempo con gente con la que jamás interactuamos, a muchos de ellos ni siquiera los vemos, no existen a nuestro alrededor… y pese a todo,  muchos de nosotros (paradojas de la vida) a pesar de estar rodeados por millones de personas, en ocasiones nos sentimos solos.
Fotografía de Pawel Bebenca
Un poco de terapia y al final lo que nos pasa es que nos aburrimos, nos estancamos en lo que hay, en lo cotidiano y nos mantenemos herméticos, acumulando sentimientos en el fondo, conteniéndonos para no estallar. Que simple, ¿pero que hacer cuando la gente que te aporta está a más de dos horas en avión o a más de dos horas en ocupaciones…? Muy fácil. Hablar con tu ascensor.

¿Te imaginas..? Hola, ¿que tal? ¿te apetece un café..?  me espera una tarde aburridísima de domingo… quizás podríamos hacer algo divertido juntos. Quizás podríamos hablar más allá de ese disimular al darle al botón del tercero. Podríamos conectar, al fin de cuentas estamos en el mismo espacio, en el mismo tiempo,  menuda casualidad, no estaría mal disfrutar de ello.
Pero la realidad es que no lo hacemos, hoy en día parece incluso una agresión el cruce de miradas, es violento mirarse a los ojos al parecer. Así que lo dejamos estar y punto. Mucha gente, seguramente extraordinaria se nos escapa. Que triste, ¿no crees?
Me pinto los labios para esos tres segundos de ascensor, un cruce, un instante… a penas me ves, pero a veces me miras, te imagino tras esa puerta de madera, he de confesar que alguna vez te espié por la mirilla… un rellano vacío, nuestro olor a café entremezclándose en el aire, ese ascensor… mi mejor viaje, mi felicidad absoluta.
Atrévete 😉
Hasta la próxima, BB.
No hay Comentarios
Dejar un Comentario: