De viaje al ascensor

Entras en un ascensor, esos dos o tres minutos claustrofóbicos entre personas con las que nunca has cruzado palabra… que cosas, cuanta soledad incomprendida. A veces me gusta jugar a imaginarme de donde vienen, a donde van… como serán sus vidas; quizás ellos hagan lo mismo conmigo, nunca se sabe. Compartimos espacio y tiempo con gente con la que jamás interactuamos, a muchos de ellos ni siquiera los vemos, no existen a nuestro alrededor… y pese a todo,  muchos de nosotros (paradojas de la vida) a pesar de estar rodeados por millones de personas, en ocasiones nos sentimos solos.
Fotografía de Pawel Bebenca
Un poco de terapia y al final lo que nos pasa es que nos aburrimos, nos estancamos en lo que hay, en lo cotidiano y nos mantenemos herméticos, acumulando sentimientos en el fondo, conteniéndonos para no estallar. Que simple, ¿pero que hacer cuando la gente que te aporta está a más de dos horas en avión o a más de dos horas en ocupaciones…? Muy fácil. Hablar con tu ascensor.