Tormenta de verano

Entre recortes y cuadernos leí una frase que tenía guardada desde hace años, desde aquellos difíciles y extraños tiempos de instituto en los que fuí más odiada que querida… por razones que aún a día de hoy desconozco. «El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quién es». Que raro… porque si esto es verdad, al final no hay tanto amor, ni tanta gente que nos quiera con los ojos cerrados. Y es que en el amor se mueven muchos intereses, cuantas veces no intentamos moldear al otro, cuantas veces no nos hemos sentido moldear; desde lo más mínimo hasta lo infinito, hasta la pérdida. (Lo siento).
Quiero ayudarte a que seas quien eres y que vueles tan alto que casi no pueda atraparte. Quiero que me ayudes a volar hacia los planetas con los que sueño y que una vez allí te acurruques a mi lado y me recuerdes quiénes somos realmente, para que no lo olvide perdida en la inmensidad y me apague entre las estrellas. 
Y como te echo mucho de menos, hoy voy a hablar de ti… para que mis palabras se pierdan en este universo de códigos html y me leas si te acuerdas desde aquel país de muy muy lejano.

De mayor quería ser como tú, y el caso es que sin darme cuenta soy un rato mayor… y aún me queda mucho que aprender. Te envidio por tu calma gigantesca, por esa capacidad tuya de saborear la vida y atrapar los aromas, por tus enfados absurdos llenos de bondad (aunque a veces me hagan odiarte largos microinstantes que parecen no desaparecer). Porque aunque estés lejos estás en todo… así funcionan los equipos, y en nuestra liga particular hemos tenido que luchar contra gigantes, no siempre tan fáciles de derrotar (tu bien lo sabes), hemos goleado partidos que otros ni siquiera afrontarían (gracias).
En días como hoy, en los que todo se hace cuesta arriba y buscas bajo las piedras y no encuentras más que polvo y los amigos no son más que espejismos… no se que haría si no estuvieras en mi cabeza, en mis pensamientos… en mi.
Y me acuerdo… de ti, de la lluvia… de esos chaparrones de verano y de ese magnetismo nuestro tan particular para atraer el agua y las nubes (que rabia de mal tiempo). El caso es que si lo piensas bien, es algo místico, una forma de refugio quizás… de tardes largas de café, de luchas y reconciliaciones, de tiempo vacío para llenar sin superficialidades… un frente a frente para mostrarse y decir esto es lo que soy; sin lujos, sin más… sin paseos en yate ni aviones que crucen el Atlántico. Hoy llueve en la playa, cuatro gotas de verano que huelen a nuestras escapadas de septiembre 😉
Buen domingo a todos. BB
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