Desde la otra orilla

Te regalé todas mis caracolas, y fue entonces cuando aprendí a escuchar el mar.

Espacio, tiempo. Tú contigo cultivando flores de papel en una playa de invierno abandonada. Ahí, brincando en la arena, tras esos dieciesiete días de tormenta huracanada, frente a aquel rugido, desde la otra orilla, todo parecía haberse vuelto más liviano.

Una playa más salvaje ahora, llena de caracolas en las que escuchar nítidamente el mar vibrante. Querido Marzo, llegaste de puntillas, tímido, iluminando la arena y llevándote de un golpe todo lo inservible.

Madres, dragones y otras historias

Menudo rollo de cuentos chinos nos contaban de niñas… princesas encerradas en castillos con dragones, apuestos príncipes enamorados que trepaban la torre y mataban fieras con su espada mágica. Historietas imposibles, sólo aptas para cuentos de hadas. Todos sabemos que en la vida real la única capaz de salvar a la princesa, trepar una hiedra, negociar con un dragón hambriento sin salir ardiendo y mantener la cordura mientras caen bajo sus pies cincuenta puentes de madera y cuerda… es «una madre».