PERSEIDE, EL DÍA QUE VOLVISTE A LA TIERRA

Puede que en nuestro microcosmos no existan Perseides; pero si abres bien los ojos, verás alguna surcando el cielo, o perdida en la arena.

Busqué a Perseide aquella tarde de julio, busqué su cráter, los restos de su nave… pero no había más que una nube de polvo y esa ventolera infernal de aire cálido. No había señales, ni sonidos (probablemente no naufragó, pero no deseaba fiestas de bienvenida).

Dicen que es peligroso jugar a lo seguro, que es peligroso quedarse con el corazón estático, conformarse con un único paisaje, que es peligroso esperar. Perseide me lo enseñó, despegando su nave hacia planetas menos seguros, con corazones dispuestos a albergarlo todo, buscando todo aquello con lo que una vez había soñado, dibujando posibilidades.