REINAS

Con esa fuerza más grande que el viento, entrabas en las habitaciones y lo llenabas todo.

Uno oculta el invierno bajo sus hojas, se disfraza de arboleda y de seguridad, colores vino que nos alejan de la niñez o nos devuelven a ella, a modo de calcetines de lana con bolones. Puede que seas difícil de entender, probablemente seas como uno de esos conceptos extremadamente creativos o abstractos. Da igual, eres deslumbrante incluso con ese improvisado pijama que gastas, colores flúor, atuendo para explorar territorios, sacar la basura y perderse por travesías en ascensor.

No sé si dibujaste tus perspectivas en algún papel (algunos días lo busco). Recuerdo contemplarte pensando que eras como una estrella desaprovechada, que brillabas demasiado para aquellas cuatro paredes… podrías haber escrito historias de cine, vivir entre focos, luces y noches de gala. Pero tu forma de planear la vida no te lo hubiese permitido, se alejaba, años luz, de todos esos mundos paralelos.

Aquellas princesas…

Un día no hace demasiado tiempo fuimos princesas… y vivimos en un palacete, solíamos sentarnos en nuestros tronos de colores y jugábamos a arreglar el mundo en eternas tardes de café, mientras un cuadro de Audrey Hepburn presidía nuestro reino.

Aquellos días en la universidad, parece que fue ayer. Todas metidas en el ascensor, apretujadas y esos chistes absurdos que sólo entendíamos nosotras. Una charla rápida en el bar de abajo y a pasear los apuntes por las bibliotecas. Éramos de las del «hoy no salgo»… y ni siquiera volvíamos a casa a cambiarnos de pantalones 😉 Un autobús de la nada. Madrid, por ejemplo. El equipaje, vuestra compañía.