El punto de no retorno

«Y sí… puede que al final tuvieras toda la razón. «

Suena Bridge Over Troubled Water de Aretha Franklin. Un sombrero, una mesa de madera, velas y ese cuaderno lleno de tachones de tinta azul. Preparo café (son las cinco y media).

Donut con triple de crema de chocolate (total que más daban unas cuantas kilocalorías de más) ya era hora de asumir que este verano no iba a parecerme para nada a Pilar Rubio después de su embarazo (esa mujer debía ser de otra galaxia), y Dios sabe que me he destrozado las rodillas haciendo sentadillas. Cada uno allá con sus «culebrones» personales en materia de «michelín», yo al menos había conseguido entrar en un bañador de temporada, no os voy a desvelar la talla, pero… bien por mí!

Aplausos 

Vístete tranquila, que no importa… que da igual si se hace tarde… ya saldremos otro día (…) Zumo de naranja con vainilla, en algún puerto de alguna isla que en septiembre se vacía…(Ruidoblanco)

Entre chocolate y avellanas, pienso en el punto de no retorno, ese punto crítico por cual un avión en vuelo es incapaz de regresar a su aeropuerto de partida al despegar. Y después de ese paréntesis extraño de ecuaciones mentales, saboreando ahora un poco de Bavariam Cream, entiendo que hay un momento exacto en la vida en el que es imposible volver atrás por un mismo camino; porque si las cosas se rompen se rompen, es más… si te atrevieses a decirte la verdad en voz alta de vez en cuando frente al espejo, te dirías eso de que «las cosas no quedan iguales al pegarlas con pegamento y medio».

Así que llegados a este punto, puede que sea inevitable y vital cambiar el trayecto establecido.

Ruido

Menudo colorín, agosto infernal… el televisor se desintoniza, se pixela… lo llaman el efecto fading, ondas dispersas por la atmósfera cargada de humedad que nos mantiene aislados hasta de la dichosa señal del TDT. Menudo verano raro, esto empieza a parecerse cada vez más a un capítulo de Stranger Things. 

Aquí estamos… Tú, yo y ese donuts más grande que mi cabeza acechándome en la cocina. Y entre bocado y bocado, con esa coleta mal hecha y mi camiseta de propaganda, al máximo estilo ochentero… analizo esos ocho millones y medio de puntos de no retorno a los que he llegado en la vida «sin querer queriendo» por culpa de esa manía mía (catastrófica) de no escucharme lo suficiente… o de olvidarme rápido, cuando me grito las verdades… tapándome los oídos.

Porque sí, puede que al final tuvieras toda la razón.

De puntillas, haciendo malabarismos sobre esa butaca sin tapizar, comprendo que alcanzado un punto crítico es muy difícil hacer un giro de 360 grados sin derrapar, sin perder el equilibrio. Lo fácil sería continuar ahí (eso está claro), inmóvil, retrasando la caída… Andando por lo conocido como si nada, como quien oye llover, porque «ya vendrán tiempos mejores…» Ya vendrán, ya vendrán… Pero después de tantas reflexiones birichináticas junt@s, al menos sabemos que nosotras nunca hemos sido de las que esperan.

Y como grandes exploradoras, astronautas, reinas amarillas y amantes de la improvisación… no nos queda otra opción que atarnos fuerte las zapatillas, cerrar los ojos y salir del rumbo empicado. Porque de lo contrario… ¿Quién seríamos?

BB

#cartasdesdelacasitamarinera

2 Comentarios
  • Muka
    Responder
    25/08/2018

    Te descubrimos, hemos flipado. Nos encanta la estética de la página, los posts. Un blog muy diferente. Felicidades!!!

  • Berta
    Responder
    25/08/2018

    ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️

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