Un paseo por las nubes

Los paseos por las nubes eran un poco así… irreales, un déja vu incierto por el que nos dejábamos envolver. Yo ya estuve allí, sin duda… probablemente en mi otra vida, no tan lejana desde aquí. Respiraba profundo, aquel airecillo húmedo me resultaba tan familiar, el sonido del infinito… Tardes de lluvia en las que las nubes podían tocarse con las palmas de la manos.
«Una chica que vuela en avión, otro regreso más en la carpeta.»
Somos energía, alguna gente opina que nuestro paso por la vida se basa en teorías magnéticas, en eso de la atracción, el karma… (que cosas…) Siempre he sido de conceptos químicos (y aunque el magnetismo también encaja) para mi tenía más sentido el movimiento, aquello de las vibraciones, esa parte cinética de las cosas.

La felicidad, sin duda es resonancia, es penetrar a modo de electrón en algún lugar indefinible del espacio en el que sin saber por qué razón… todo concuerda.
«Pese a todo, yo quería ser fluorescente, saltar sin miedo entre dos niveles diferentes de energía, dejar huella en cada brinco, desprender luz… 
Dos horas cruzando azules, el avión se vuelve un pelín claustrofóbico… mejor no pensarlo mucho. Cierras los ojos, fuerte. Una mesita de nogal en la playa, septiembre… mi botella de merlot y una canción de Van Morrison… en el cielo.»
La ciudad nos pierde, nos convierte en puntos inexistentes que se mueven sin importancia sobre trayectos complejos… y al final somos eso, electrones deslocalizados, metales que te queman si los tocas… que se contagian de todo.
Yo no quería ser metálica. Al parecer la dinámica imparable de la ciudad ya no estaba en mi punto cuántico. Ahora mis ondas eran marinas, me había enlazado al mar de forma covalente, cediéndole prácticamente todos mis electrones; y ya no quería soltarme, me sentía estable, completa… gas noble.
Una chica de pie, estática como si nada. Nada importa demasiado después del miedo. Un universo paralelo de frente, podía teletransportarse, nada volvería a ser igual en su nueva galaxia. VOLARÍA, sin alas… tan sólo con el esfuerzo de aquel que agita los brazos hasta sollozar, hasta romperse por lo que ama.
Volar implica mucho más que despegarse del suelo, lo complejo está en mantenerse arriba, en surcar el aire, en derribar corrientes… y aterrizar. «Volar es mucho más que tener alas.»
«¿Quién eres tú? …Nunca había visto algo tan especial, tan infinitamente humano… es de cristal y se rompe con las manos, a lo mejor no podemos ni tocarnos.» Carlos Sadness
Un abrazo birichináticos y hasta la próxima 🙂 BB
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