Tu nueva yo

Los momentos malos constituyen esa necesidad para el aprendizaje, esos puntos de inflexión que nos abren los ojos y nos hacen un poco más fuertes, más astutos, menos cobardes y mucho más valientes. Dices que odias el paso del tiempo, que te agobia que pase el verano y que las semanas se te esfumen como agua entre los dedos… que odias los domingos, que se apodera de ti la ansiedad inexplicable del paso de los ciclos, del fin de las semanas… en cambio a mi, cada vez me gustan más… por esa nostalgia que encierran. Los domingos son mi día de escribir, de espacio para la desconexión (tan necesariamente humana), el día del baño caliente con espuma o del libro en el sofá.

Puede que ya me encantasen los domingos en la universidad (cuando renegaba de ellos, engañando a todos), era nuestro día quejica, ese que ahora no cambiaría por nada… y que constituye uno de los recuerdos más nítidos y geniales que tengo… acurrucadas en aquel cuarto congelado de la residencia, comiendo galletas y hablando sobre lo poco que sabíamos de la vida… (tampoco es que ahora sepamos mucho… a decir verdad). Te fumabas tu cigarrillo en la ventana, con ese estilazo tuyo, desenfadado pero de cine, con aquellas gafas de pasta, repasando sobre tus monturas algunos apuntes de última hora.

Te miras al espejo y ves alguna arrugita más de la cuenta, esas que se quedan por empeñarte en hacer más de cincuenta muecas al día… pero… ¿quién serías tú sin esas muecas..? Sin contar historias y hablar sin parar hasta el aburrimiento, sin esas imperfecciones variopintas que no vamos a contar… ¿quién serías tú…? Probablemente alguien que no eres.

La década de los treinta es un momento extraordinario, el momento de dejar de preguntarnos quiénes somos, para asumir quiénes somos verdaderamente. Dejamos de disfrazarnos, y encontramos ese estilo desenfadado con el que nos sentimos cómodas, más en sintonía con esa vida de calma que deseamos vivir. Ya no hay que parecer, ahora toca ser… preocuparse por la esencia y el contenido de las cosas, mucho más que por el envoltorio. Y se quedan enormemente lejos aquellos días de trasnocheo hasta el amanecer… porque ahora madrugas hasta los fines de semana para desayunar temprano y disfrutar del sol. Y ya no te da vergüenza hablar de tí, ni de tus excentricidades en público, ni ser la protagonista de tu propia película, ni ser peculiar… y esa seguridad en ti misma genera paz y un trayecto mucho más sereno.

Estaría bien en estos tiempos acabar de preocuparte por esa gente que no te cuida, mimar a los buenos amigos y por qué no hacer un puñado más de ellos. Abrirte al mundo, a tu nuevo yo, a tus nuevas posibilidades… Plantar un árbol y escribir un libro… quererte mucho, mucho, mucho… y entender parte de lo que aún no entiendes y de todo lo que te queda por entender. El tiempo no debería darnos miedo, lo que si debería asustarnos es perdernos por el camino, y perdernos en los años convirtiéndonos en una auténtica desconocida frente al espejo.

Ayer vi la peli Mr Peregrine’s home for peculiar children de Tim Burtton, uno de mis directores de cine favoritos, cada peli suya me resulta una obra maestra, llena de fantasía extrema, sueños locos y mensajes que te cambian las perspectivas. Debería existir un lugar donde poder encontrar a todos esos seres peculiares y poco aburridos repartidos por la tierra.

«Yo siempre había sabido que era raro, aunque jamás soñé que fuera peculiar…»

Besos a todos y hasta la próxima, BB.

3 Comentarios
  • George
    Responder
    02/08/2017

    No dejas de sorprenderme con tus relatos.

  • Beatriz
    Responder
    05/08/2017

    Gracias Jorge 😉

  • Virginia
    Responder
    30/08/2017

    Me encantas.

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