El verbo esperar

«Ponerse en frente del infinito blanco y romperse el alma. Sólo así funciona, sólo así fluye, sólo así viajamos a alguna parte.» B.Ruiz

14 de Mayo de 2023

Estoy convencida de que somos un montón de retales, siempre que nos dejemos ser, nos dejemos invadir por lo vivido. Círculo de principios, o de finales conectados, en el que un montón de recortes desordenados, de repente encuentran sentido dentro de uno mismo.

Desde la otra orilla

Te regalé todas mis caracolas, y fue entonces cuando aprendí a escuchar el mar.

Espacio, tiempo. Tú contigo cultivando flores de papel en una playa de invierno abandonada. Ahí, brincando en la arena, tras esos dieciesiete días de tormenta huracanada, frente a aquel rugido, desde la otra orilla, todo parecía haberse vuelto más liviano.

Una playa más salvaje ahora, llena de caracolas en las que escuchar nítidamente el mar vibrante. Querido Marzo, llegaste de puntillas, tímido, iluminando la arena y llevándote de un golpe todo lo inservible.

Catarsis

«Cuando ya no sepas donde ir, sólo vete donde te de más miedo, las cosas que no puedes cambiar, son las mismas que acaban cambiándote luego.» Beret

Somos vulnerables, toda la armonía puede romperse en un periquete. Eso nos lo ha enseñado bien esta pandemia. Al parecer era verdad que el mundo puede cambiarte un sábado cualquiera comiendo nachos con queso en el sofá, feliz pensando en el vestido que ibas a ponerte para la súper boda del año, envuelta en lo que eran las preocupaciones del día a día y muy muy ajena a la realidad que se nos venía encima. Porque si nos dijesen hace un año que íbamos a estar más de tres meses encerrados en casa y que nuestra realidad iba a estar dominada por las restricciones y la necesidad de bajar esa dichosa curva vertiginosa, no nos lo hubiésemos creído jamás de los jamases. Esas cosas no pasaban aquí, podíamos verlas por la tele como mucho, en un pueblo remoto de China, y suspirar unos segundos… «pobre gente», y seguir cotilleando al vecino de turno en Instagram o achicharándonos el pelo con la ghd. Nuestras preocupaciones eran demasiado banales, podía pasarle a otros… pero no a nosotros. Así es el ego, asumimos con mucha naturalidad todos los éxitos, pero los fracasos, la desdicha… eso parece que no nos corresponde. Y por eso, todo este lío nos golpeó en la cara de una forma tan brusca e inesperada, no estábamos preparados para la adversidad, y menuda adversidad nos tenía preparada el destino.

Los inusuales grises

«Tuve todos los continentes en mi bolsillo después de tu abrazo.» Elvira Sastre.

Las historias se acaban y los atardeceres parecen desprender otra luz. Y el mundo cambia. Miras al cielo, esa oscuridad penetrante, todas esas estrellas que probablemente ya no existirán en la otra dimensión, sueñas con otros sistemas planetarios llenos de polvo, gases y materia oscura, con planetas con dos lunas sobre un horizonte violeta y un océano turquesa. Y piensas… ahí sentada sobre la silla de plástico de Carrefour, que menuda cantidad de espacio desaprovechado; y entonces lo que te parecía un mundo absoluto, por segundos se vuelve inapreciable en medio de ese fondo cósmico. Y respiras, por fin, después de haber estado sumergida bajo el agua.

Diario de una Cuarentena, el día que cambió el mundo

«Abróchense los corazones de seguridad, que se aproxima un temporal. Y den más tiempo a todo, a lo que ya nunca le dan, no hay otra forma de escapar.» Fran Mariscal.

Tú estuviste allí, en aquel invierno gris que llamaban primavera, con tu sonrisa eterna recorriendo las tres habitaciones de la casita marinera, cantando canciones y aplaudiendo a todas horas desde el balcón. Con tu alegría inmensa inundando las paredes, tu mirada azul de niño, las estrellas de tu telescopio y esos cuentos que ampliaron cada espacio minúsculo y claustrofóbico a todo un cosmos de aventuras.

Principio de incertidumbre

Sal ahí fuera y elige bien, tú que tienes todas las posibilidades, cierra los oídos frente al ruido. Sólo el que no puede te dirá que tú tampoco podrás, así que abre las alas enormes hacia el cielo, y vuela hacia donde quieras. Eres tremendamente afortunado de cada carretera que se te presenta, afortunado de la posibilidad y de esa maravillosa incertidumbre que lo dibuja todo, recordándonos que estamos vivos.

Ya Heisenberg hablaba de la incertidumbre en mis viejos libros del instituto, en aquellos temas complejísimos de mecánica cuántica, en los que garabateaba mirando por la ventana. El Principio de Incertidumbre venía a decir algo así como que es imposible determinar a la vez, en los términos de la física, la posición y el momento lineal. Es decir, que cuanto más nos empeñamos en saber donde está una partícula en el espacio, más lejos estamos de conocer a qué velocidad se mueve. Si lo piensas bien, esto también ocurre en la vida. Intentas conocerte, sentir el anclaje de tus sueños desde los zapatos y sopesar los caminos, los silencios, las pausas entre tempestades. Pero la incertidumbre lo distorsiona todo y el tiempo se pasa feroz, atrapándonos en sus entretenimientos.

El planeta escondido

«No vuela quién tiene alas, sino quién tiene un cielo.» Elvira Sastre

Tenía un planeta escondido, rodeado de estrellas, polvo cósmico, un lugar silencioso, lleno de ecos, donde no había ventanas, ni familias dentro de habitaciones iluminadas en la noche tenue, un planeta enano en el que sólo cabía una playa. Una esfera gaseosa a ratos, donde el agua flotaba en el aire y el mar se convertía en una curva compleja con peces voladores sobre un cielo celeste.

Lullaby & el verano invencible

«En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible.» Camús

Nunca había pasado tanto tiempo sin escribir, estática ante un teclado, emociones sin salida, atascadas en inviernos de sol cubiertos de nieve. Con poco coraje para quedarme a solas conmigo misma y escuchar por dentro, a modo caracola. Demasiados ecos, silencios e irrealidad. Hoy, suena de nuevo Lullaby de Sleeping at last en la casita marinera, engranaje, suena oxidado pero precioso. Puedo escribir.

Ruido, silencio y música

«Sólo tengo un corazón, solamente un corazón, vulnerable ante tanta inmensidad… Y si no lo riego yo, con anhelos y con sueños, yo, se me morirá de pena en un rincón» Jose Ft.

Menuda rachita llevamos de averías domésticas en casa, ya es el segundo año consecutivo que empezamos septiembre con una huelga general por parte de la nevera, rotura de termo incluída y algún que otro incidente rocambolesco más en el universo del electrodoméstico. Porque estoy segura (y eso os lo puedo prometer) que el anuncio de Media Mark, «yo no soy tonto», iba definitivamente por mi. ¡Madre Santa! que necesaria y vital es el agua caliente… esa ducha agradable al final del día que te recompone y se lleva por el desagüe todo esos problemillas que te picotean el entre cejo como avestruces rabiosas… o esa hora sagrada del baño de Jorgito, con la dichosa musiquita del Imaginarium. Pues nada… aquí estamos viviendo a lo troglodita desde hace ya más de una semana… transportando congelados, organizando la nevera en bolsas plastificadas y calentando ollas de agua caliente en la vitrocerámica, al más estilo hombre de la caverna.

El punto de no retorno

«Y sí… puede que al final tuvieras toda la razón. «

Suena Bridge Over Troubled Water de Aretha Franklin. Un sombrero, una mesa de madera, velas y ese cuaderno lleno de tachones de tinta azul. Preparo café (son las cinco y media).

Donut con triple de crema de chocolate (total que más daban unas cuantas kilocalorías de más) ya era hora de asumir que este verano no iba a parecerme para nada a Pilar Rubio después de su embarazo (esa mujer debía ser de otra galaxia), y Dios sabe que me he destrozado las rodillas haciendo sentadillas. Cada uno allá con sus «culebrones» personales en materia de «michelín», yo al menos había conseguido entrar en un bañador de temporada, no os voy a desvelar la talla, pero… bien por mí!

Aplausos