La Casita Marinera


El mar y sus azules por la ventana, colores anaranjados que se dibujan como un cuadro de Monet. Y me quedo en blanco… pasmada mirando los minúsculos barcos en el horizonte. Historietas, viajes, películas… textos que regresan a mi memoria a modo de voz en off… y no me encuentro.

… yo sólo quiero, yo sólo entiendo, yo sólo busco… y ya no me encuentro.

Puede que a veces (y sólo a veces), tengamos que perdernos, apagar nuestras bombillas un ratito, y en esa oscuridad en la que no queda nada de lo que habíamos dibujado; reconstruir nuestras piezas, para resurgir, como ese terremoto que solíamos ser los domingos por la tarde.

Y es que uno no se imagina todo lo que se ve desde la Casita Marinera con las luces apagadas… ese pellizco en la barriga que algunos llaman ansiedad. Esa lagartija que se empeña en alejarte de ti misma, de tus planetas. Todo proceso creativo tiene tintes oscuros, NOES enormes y pérdida de visibilidad… atardeceres y amaneceres exactamente idénticos. La soledad es muy creativa, guarda una nostálgica que engancha, e incluso que da miedo… que aparta y mucho, de casi todo. Los sueños… enormes, se vuelven inalcanzables, y eso… no puede ser.