Los inusuales grises

«Tuve todos los continentes en mi bolsillo después de tu abrazo.» Elvira Sastre.

Las historias se acaban y los atardeceres parecen desprender otra luz. Y el mundo cambia. Miras al cielo, esa oscuridad penetrante, todas esas estrellas que probablemente ya no existirán en la otra dimensión, sueñas con otros sistemas planetarios llenos de polvo, gases y materia oscura, con planetas con dos lunas sobre un horizonte violeta y un océano turquesa. Y piensas… ahí sentada sobre la silla de plástico de Carrefour, que menuda cantidad de espacio desaprovechado; y entonces lo que te parecía un mundo absoluto, por segundos se vuelve inapreciable en medio de ese fondo cósmico. Y respiras, por fin, después de haber estado sumergida bajo el agua.

Ruido, silencio y música

«Sólo tengo un corazón, solamente un corazón, vulnerable ante tanta inmensidad… Y si no lo riego yo, con anhelos y con sueños, yo, se me morirá de pena en un rincón» Jose Ft.

Menuda rachita llevamos de averías domésticas en casa, ya es el segundo año consecutivo que empezamos septiembre con una huelga general por parte de la nevera, rotura de termo incluída y algún que otro incidente rocambolesco más en el universo del electrodoméstico. Porque estoy segura (y eso os lo puedo prometer) que el anuncio de Media Mark, «yo no soy tonto», iba definitivamente por mi. ¡Madre Santa! que necesaria y vital es el agua caliente… esa ducha agradable al final del día que te recompone y se lleva por el desagüe todo esos problemillas que te picotean el entre cejo como avestruces rabiosas… o esa hora sagrada del baño de Jorgito, con la dichosa musiquita del Imaginarium. Pues nada… aquí estamos viviendo a lo troglodita desde hace ya más de una semana… transportando congelados, organizando la nevera en bolsas plastificadas y calentando ollas de agua caliente en la vitrocerámica, al más estilo hombre de la caverna.

Brindemos

LA MÁGICA INCERTIDUMBRE

A veces los sueños están tan cerca… que se acarician con la punta de los dedos, casi casi se tocan, y te sientes en un limbo de espera, entre dos mundos. 2018 viene a modo de espejismo maravilloso, un asteroide cargado de chispas de color… Menuda explosión de confeti y brillantina nos espera. Porque las cosas más maravillosas de la vida ocurren así, de pronto, mientras bailamos, sin avisar, sin agendas ni paréntesis.

Estas navidades veía un anuncio en la tele que hablaba sobre el arte de brindar… que importante y que poco desarrollado. Me encantan esas personas capaces de alzar su copa y hablar durante minutos de lo bonito que les regala la vida. Un don genial esa capacidad de encontrar las palabras adecuadas para decir exactamente lo que guarda el corazón.

Cambio de rumbo

«La vida es como un globo aerostático. Para subir más, hay que saber soltar lastre y arrojar por la borda todo lo que nos impide elevarnos.» Raphaelle Giordano

Tenemos miedo, que digo miedo «pánico» al cambio, al giro repentino de planes… a la necesaria y vital forma de girar el volante 360 grados de vez en cuando. Recuerdo alguno de esos instantes clave, pequeños o grandes acontecimientos en la vida que me hicieron levantarme de la silla de golpe. Ese «clic» que señala que es hora de partir, señales, muchas de ellas desapercibidas… como un café que sabe diferente… o esa tristeza sostenida de invierno, una frase en el autobús… aquella canción de Queen… sensaciones con todo y para todo. Es entonces, cuando tras tres o cuatro tardes de duda y melodrama, de películas surrealistas y de litros de helado de chocolate a la americana… decides que hay que dibujar otros caminos. Y aunque la incertidumbre siempre ha sido mi punto débil, he de decir que es de las mejores cosas que nos regala la vida, sino menuda falta de factor sorpresa… ¿no creéis?

Carta a una super heroína

¿Te acuerdas de aquellos ponys de colores, esos que tenían el pelo fluorescente y olían a fresa..? Conseguir uno a la salida del cole y peinarle el pelo con aquel minúsculo cepillo rosa fucsia era la mayor de las felicidades… ¿Te acuerdas cuando aquello bastaba para conquistar el mundo…? Y sólo vivíamos para ser, con aquella libertad de no necesitar parecer nada más de lo que éramos.

La vida sencilla

«Ven hasta aquí, sálvame tu… ponte a reír, prende la luz… cerca de tí, tiemblo.» El funambulista

Lo digo en serio; siéntate un momento ahí, donde puedas, prepárate un tazón de buen café en la taza más apetecible que tengas en tu casa… dedícate ese momento (te lo mereces), mira por la ventana y recuerda algún instante de tu niñez, probablemente olería a buñuelos, sonaría a coro, a llantos por caídas de la bici, a abrazo con chocolate, a vida sencilla…

La vida sencilla, es fácil. Desayunos en el porche, zumo de naranja recién exprimido, ese olor a pan y a bosque… una cesta de fruta, colores almendra, nogal, una pizca de lavanda y notas de Van Morrison en mi tocadiscos. Bailotear contigo ese «Days like this», canción fascinante que debería ser la banda sonora de todas las vidas sobre la tierra.

Tu nueva yo

Los momentos malos constituyen esa necesidad para el aprendizaje, esos puntos de inflexión que nos abren los ojos y nos hacen un poco más fuertes, más astutos, menos cobardes y mucho más valientes. Dices que odias el paso del tiempo, que te agobia que pase el verano y que las semanas se te esfumen como agua entre los dedos… que odias los domingos, que se apodera de ti la ansiedad inexplicable del paso de los ciclos, del fin de las semanas… en cambio a mi, cada vez me gustan más… por esa nostalgia que encierran. Los domingos son mi día de escribir, de espacio para la desconexión (tan necesariamente humana), el día del baño caliente con espuma o del libro en el sofá.

Puede que ya me encantasen los domingos en la universidad (cuando renegaba de ellos, engañando a todos), era nuestro día quejica, ese que ahora no cambiaría por nada… y que constituye uno de los recuerdos más nítidos y geniales que tengo… acurrucadas en aquel cuarto congelado de la residencia, comiendo galletas y hablando sobre lo poco que sabíamos de la vida… (tampoco es que ahora sepamos mucho… a decir verdad). Te fumabas tu cigarrillo en la ventana, con ese estilazo tuyo, desenfadado pero de cine, con aquellas gafas de pasta, repasando sobre tus monturas algunos apuntes de última hora.

La Astronauta Valiente

Está la gente que vive en un metro cuadrado de realidad, que es feliz en una minúscula pompa donde todo cabe y todo controla, están los malhumorados, los quejicas incansables, los luchadores, los superficiales sin «chicha ni limoná», los que quieren soñar, emprender y romper el techo, los que no duermen, los que se enamoran, los que lloran, los que ríen… están todos esos. Y después… están los valientes, estás tú. 

La Casita Marinera


El mar y sus azules por la ventana, colores anaranjados que se dibujan como un cuadro de Monet. Y me quedo en blanco… pasmada mirando los minúsculos barcos en el horizonte. Historietas, viajes, películas… textos que regresan a mi memoria a modo de voz en off… y no me encuentro.

… yo sólo quiero, yo sólo entiendo, yo sólo busco… y ya no me encuentro.

Puede que a veces (y sólo a veces), tengamos que perdernos, apagar nuestras bombillas un ratito, y en esa oscuridad en la que no queda nada de lo que habíamos dibujado; reconstruir nuestras piezas, para resurgir, como ese terremoto que solíamos ser los domingos por la tarde.

Y es que uno no se imagina todo lo que se ve desde la Casita Marinera con las luces apagadas… ese pellizco en la barriga que algunos llaman ansiedad. Esa lagartija que se empeña en alejarte de ti misma, de tus planetas. Todo proceso creativo tiene tintes oscuros, NOES enormes y pérdida de visibilidad… atardeceres y amaneceres exactamente idénticos. La soledad es muy creativa, guarda una nostálgica que engancha, e incluso que da miedo… que aparta y mucho, de casi todo. Los sueños… enormes, se vuelven inalcanzables, y eso… no puede ser.

Cerrando el telón de mi Incendio de Nieve

Pequeño escondite… ya verás como nos olvidas; al final toda esta marejada de emociones alucinantes se apagará en un recuerdo borroso de verano, al que volverás, sí, de vez en cuando… para saborear de nuevo los jardines, el barro, ese asfalto ardiente entre tus dedos… pero poco más.

Septiembre siempre apaga la intensidad de las cosas, convierte el verano en ese espejismo irreal… pero pese a todo, esconde las mayores historietas de la vida entre sus aguas. Nubes azules que bailan sobre cielos de cafés interminables…