Principio de incertidumbre

Sal ahí fuera y elige bien, tú que tienes todas las posibilidades, cierra los oídos frente al ruido. Sólo el que no puede te dirá que tú tampoco podrás, así que abre las alas enormes hacia el cielo, y vuela hacia donde quieras. Eres tremendamente afortunado de cada carretera que se te presenta, afortunado de la posibilidad y de esa maravillosa incertidumbre que lo dibuja todo, recordándonos que estamos vivos.

Ya Heisenberg hablaba de la incertidumbre en mis viejos libros del instituto, en aquellos temas complejísimos de mecánica cuántica, en los que garabateaba mirando por la ventana. El Principio de Incertidumbre venía a decir algo así como que es imposible determinar a la vez, en los términos de la física, la posición y el momento lineal. Es decir, que cuanto más nos empeñamos en saber donde está una partícula en el espacio, más lejos estamos de conocer a qué velocidad se mueve. Si lo piensas bien, esto también ocurre en la vida. Intentas conocerte, sentir el anclaje de tus sueños desde los zapatos y sopesar los caminos, los silencios, las pausas entre tempestades. Pero la incertidumbre lo distorsiona todo y el tiempo se pasa feroz, atrapándonos en sus entretenimientos.

Óxido

Volverás a flote, revoloteando por esa playa de invierno a la que siempre vuelves.

Dicen que el dolor puede ser emocional, que si te duele la garganta es porque tienes dificultad para perdonar. Que cosas… Sea de un modo u otro, el catarro sólo tiene una parte positiva, la obligada pausa. Manta, té ardiendo con limón y a mirar por la ventana

Eclipse

«Un niño cruzó el universo montado en un burro con alas de plata, buscando una estrella llamada Renata.» Enero en la playa, Facto Delafé y las flores azules.

Eclipse, dícese de ese fenómeno astronómico en el que un cuerpo celeste se pone delante de otro, se alinea de una manera determinada y ocurre el espectáculo.

Octubre y mi último café en Siberia

«El polvo del centro de la vía láctea es como niebla, opaco a la luz visible e impenetrable para los astrónomos que quieren escudrinar su interior con telescopios ópticos. Por eso sabemos menos de nuestra propia galaxia que de otras mucho mas lejanas.» L.Etxebarría

Verano

Ya estamos de nuevo por aquí, han sido unos meses complejos, llenos de bocetos que se armaban y desarmaban por segundos, llenos de rupturas internas y de comienzos, supongo que como siempre en la vida… hay ratitos de pararse, de reflexionar y de descargar todo aquello que pesa de más. Aún me encuentro en una de esas descargas «siberianas»… pero poco a poco todo se siente más ligero. Birichinata está siendo un caos absoluto que no termina de concordar, un batiburrillo lleno de piezas que encajan pero se repelen a la vez, aunque aquí sigo inmersa en este sueño, compartiendo con todos vosotros este proyecto… difícil de interpretar.

Y es que a lo tonto a lo tonto nos hemos metido de lleno en otro verano más, un verano de calorín, de sombrillas a borbotones y de ajetreos… Parece que el metro cuadrado de playa vale oro. Que lejos quedaron aquellos días de invierno, de paseos por esas arenas nostálgicas… Los veraneantes no saben de la magia de la playa de invierno, de sus secretos, ni de su tempestad…

Y aunque me disfrazo de turista y me entremezclo entre las señoras con gafas a la última y sombreros ibicencos, esta arena siempre me hace sentir especial, en casa, en esa casa veraniega que se prepara año tras año para el festín, para esos meses intensos de julio y agosto, dando todo de sí misma en un verano de luces y ferias, rebosando ruido, música, carcajadas y brindis con mojito a la luz de la luna… Es bonito ver esa estampa repitiéndose año tras año, desde la perspectiva de morriña de los días lejanos, en los que la ciudad nos olvida y nos convierte en una postal de nevera, en una taza de recuerdo para el desayuno, o en ese amor de verano que nunca volverá… desde esos días en los que la niebla marinera lo respira todo y el ritmo se enlentece y todo absolutamente todo se hace místico, recordándome porque esta es la única orilla del mundo que no dejaría nunca de mirar.

Desde mi Olivetti cuando no me ves

Es raro escribir con Olivetti en el año 2017, sobre todo porque al final escribas lo que escribas sino está escrito en ordenador, se pierde en el desorden caótico. Contigo Olivetti las cosas son de otra manera, me pones nostálgica y me inspiras algo, será tu sintonía musical, esa cancioncilla al escribir, no sé… me generas un aire tan místico que hasta me siento especial.

La pequeña Olivetti era de mi abuelo, lo recuerdo escribiendo sus cartas y operaciones de contabilidad como si fuese ayer, con aquellas gafas de pasta en equilibrio sobre la punta de la nariz. Cuando suena Olivetti y le cuento mis historietas «astronáuticas» de planetas imaginarios, mi abuelo parece estar un poquito más aquí, más conmigo, más en la tierra.

La Casita Marinera


El mar y sus azules por la ventana, colores anaranjados que se dibujan como un cuadro de Monet. Y me quedo en blanco… pasmada mirando los minúsculos barcos en el horizonte. Historietas, viajes, películas… textos que regresan a mi memoria a modo de voz en off… y no me encuentro.

… yo sólo quiero, yo sólo entiendo, yo sólo busco… y ya no me encuentro.

Puede que a veces (y sólo a veces), tengamos que perdernos, apagar nuestras bombillas un ratito, y en esa oscuridad en la que no queda nada de lo que habíamos dibujado; reconstruir nuestras piezas, para resurgir, como ese terremoto que solíamos ser los domingos por la tarde.

Y es que uno no se imagina todo lo que se ve desde la Casita Marinera con las luces apagadas… ese pellizco en la barriga que algunos llaman ansiedad. Esa lagartija que se empeña en alejarte de ti misma, de tus planetas. Todo proceso creativo tiene tintes oscuros, NOES enormes y pérdida de visibilidad… atardeceres y amaneceres exactamente idénticos. La soledad es muy creativa, guarda una nostálgica que engancha, e incluso que da miedo… que aparta y mucho, de casi todo. Los sueños… enormes, se vuelven inalcanzables, y eso… no puede ser.

Querida niña extraterrestre

Hoy te diré aquellas cosas que nunca te dije…
Te escribo a ti, sí a ti… a esa filósofa griega atrapada en la época moderna, a esa astronauta con miedo a las alturas, a esa extraterrestre en la tierra. Has huido de piratas, atravesado meteoros sin armadura y dios sabe que te ha picado, que te ha dolido… Jolín si hasta has ardido de forma desbordante; pero qué habría sido de tu viaje sin esa posibilidad. Al parecer has vuelto de Siberia esta madrugada, no se cuanto tiempo sueles andar metida en sus heladas, sólo sé que esta salida sólo es temporal, y probablemente corta, no más de uno o dos ciclos lunares, imagino. Y es que en el fondo te encanta lo místico. Bueno, no quiero que te disculpes por ese universo tuyo, no deberías pedirme perdón por mudarte a tus planetas. Tengo claro que el que te exige explicaciones jamás encontrará naves para llegar a ti.

El Viaje de Carol

«Usa la soledad para enseñar la convivencia, usa la rabia para mostrar el valor infinito de la paz, usa el tedio para resaltar la importancia de la aventura. Usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras. Usa el cansancio para que se pueda comprender el valor del despertar. Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud; usa el fuego para enseñar sobre el agua; usa la tierra para comprender el valor del aire…» Paulo Coelho
…y usa el amor para cambiarlo todo

Birichinata con amor

No puedo estarme quieta y como prueba de ello os dejo algunas fotografías de mis últimas creaciones. Me he animado con los colgantes. Están hechos con mucho cariño. Piezas encontradas en rincones geniales de Londres llenos de magia y encanto. Cada uno de ellos tiene una historia especial. Espero que os gusten 😉
Me apetecía dar un toque a madera, a taller… a recién hecho. Por eso las tarjetas de cartón viejo. Lo más importante, el corazón amarillo… que nos recuerda que lo pequeño y diferente sabe mejor, sobre todo cuando está hecho con amor.