Mi primera carta de amor

«Juraría que cada palabra que cantas… la escribiste para mí.» James Arthur

Me pregunto que estarás haciendo ahora, flotando en la calma, preparándote para ese viaje del que aún nada conoces. A mi me entra un gusanillo en la barriga cada vez que hablo de ti… no sé si algún día podrás comprender esa sensación. Amor y miedo, menuda mezcla contradictoria y al mismo tiempo inseparable. Supongo que el miedo es inevitable, pero como siempre te han dicho y repetido, el miedo es sólo al empezar, después todo se afloja, todo fluye… probablemente porque ya estaba establecido que así fluyera en alguna estrella, y la vida transcurre, de la mejor manera que sabe.

Tormenta de verano

Entre recortes y cuadernos leí una frase que tenía guardada desde hace años, desde aquellos difíciles y extraños tiempos de instituto en los que fuí más odiada que querida… por razones que aún a día de hoy desconozco. «El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quién es». Que raro… porque si esto es verdad, al final no hay tanto amor, ni tanta gente que nos quiera con los ojos cerrados. Y es que en el amor se mueven muchos intereses, cuantas veces no intentamos moldear al otro, cuantas veces no nos hemos sentido moldear; desde lo más mínimo hasta lo infinito, hasta la pérdida. (Lo siento).
Quiero ayudarte a que seas quien eres y que vueles tan alto que casi no pueda atraparte. Quiero que me ayudes a volar hacia los planetas con los que sueño y que una vez allí te acurruques a mi lado y me recuerdes quiénes somos realmente, para que no lo olvide perdida en la inmensidad y me apague entre las estrellas. 
Y como te echo mucho de menos, hoy voy a hablar de ti… para que mis palabras se pierdan en este universo de códigos html y me leas si te acuerdas desde aquel país de muy muy lejano.