REINAS

Con esa fuerza más grande que el viento, entrabas en las habitaciones y lo llenabas todo.

Uno oculta el invierno bajo sus hojas, se disfraza de arboleda y de seguridad, colores vino que nos alejan de la niñez o nos devuelven a ella, a modo de calcetines de lana con bolones. Puede que seas difícil de entender, probablemente seas como uno de esos conceptos extremadamente creativos o abstractos. Da igual, eres deslumbrante incluso con ese improvisado pijama que gastas, colores flúor, atuendo para explorar territorios, sacar la basura y perderse por travesías en ascensor.

No sé si dibujaste tus perspectivas en algún papel (algunos días lo busco). Recuerdo contemplarte pensando que eras como una estrella desaprovechada, que brillabas demasiado para aquellas cuatro paredes… podrías haber escrito historias de cine, vivir entre focos, luces y noches de gala. Pero tu forma de planear la vida no te lo hubiese permitido, se alejaba, años luz, de todos esos mundos paralelos.

«Hay algo profundamente hermoso en la normalidad del tiempo y la sencillez de los días…» 

Con los aprendí cosas, algunas sorprendentes y mágicas que me hicieron cambiar de rumbo, otras me ayudaron a parar y atracar en puerto. De un modo u otro el tiempo me alejó años de Siberia, y me convirtió en una capa más gruesa, con más experiencias acumuladas, con más de ti.

Sonaba Move Together de James Bay, los cafés de las seis ya estaban sobre la mesa (hay cosas que nunca cambian), olor a chimenea con rosquillas de navidad… te imaginé con coronas, capas magenta y tutús dorados, la imaginación es tan fuerte, que podría jurarte que fue real.

Aquel mantel floral, antiquísimo y roto, verde aterciopelado con animalitos danzando… era raro, aún no me explico como lo convertiste en vestido de noche vieja. Esa tela arrinconada y probablemente fea, nos regaló un tesoro de boutique, era cuestión de cambiar el ángulo y soñar un poco (nada es lo que parece). Estampados de hace cuarenta años, recuerdos de trastero abandonado… Mezclas imposibles, tejidos atípicos y colores que recuerdan a los campos otoñales, a esas arboledas robustas en las que te pierdes y te hacen única, inalcanzable, REINA.

“Me enseñó a darme cuenta que podría abandonar aquello, a desembarazarme de la angustia, de la confusión, de la culpa, me enseñó a desconectar el punto candente de mis obligaciones para con los demás, me enseñó a avanzar hacia una meta en la que pudiera ser yo y no el juguete de otros.

Me ayudó a atravesar de su mano la niebla, a encontrar mi propio centro y a situarme en él. Pero eso no sucedió de la noche a la mañana.” L.Etxebarría

Madres sí, reinas seguro.

Por darle la vuelta a lo irreparable, y hacer que brille lo más oscuro.

 

1 Comentario
  • Anónimo
    Responder
    15/12/2016

    Cuanta razón, me encanta como escribes.

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