La Casita Marinera


El mar y sus azules por la ventana, colores anaranjados que se dibujan como un cuadro de Monet. Y me quedo en blanco… pasmada mirando los minúsculos barcos en el horizonte. Historietas, viajes, películas… textos que regresan a mi memoria a modo de voz en off… y no me encuentro.

… yo sólo quiero, yo sólo entiendo, yo sólo busco… y ya no me encuentro.

Puede que a veces (y sólo a veces), tengamos que perdernos, apagar nuestras bombillas un ratito, y en esa oscuridad en la que no queda nada de lo que habíamos dibujado; reconstruir nuestras piezas, para resurgir, como ese terremoto que solíamos ser los domingos por la tarde.

Y es que uno no se imagina todo lo que se ve desde la Casita Marinera con las luces apagadas… ese pellizco en la barriga que algunos llaman ansiedad. Esa lagartija que se empeña en alejarte de ti misma, de tus planetas. Todo proceso creativo tiene tintes oscuros, NOES enormes y pérdida de visibilidad… atardeceres y amaneceres exactamente idénticos. La soledad es muy creativa, guarda una nostálgica que engancha, e incluso que da miedo… que aparta y mucho, de casi todo. Los sueños… enormes, se vuelven inalcanzables, y eso… no puede ser.

No se si te pasará a ti… pero yo tengo el problema de querer hacerlo siempre todo de golpe, a lo grande… a la primera. LOCA impaciente, no aprendiste nada en aquellos cursos de Astronomía para emprendedores, nada de nada. Y te caes, y te pegas un zarpazo de primera, y te duele el trasero… estaba claro 😉 Pero eso sí, aprendes como la que más, de todo… de la gente, de la vida, de la verdad y de la mentira… de las medias tintas, de los que prometen y prometen y nunca hacen nada, de los que te fallan, de los que están… de esos viajeros que se unen a tu locura en cualquier parte; y de los que no. Aprendes de los que te critican por ser quien eres… y en este rato a oscuras, todo se hace más visible que nunca y te haces tan fuerte… que ni te lo crees.

Casita Marinera, cuanto hemos navegado juntas, cuantas tempestades abrazadas, días como hoy en los que el tendedero sale volando y cazamos calcetines al vuelo, vestidas de gala con el albornoz de lunares.
Hace unos días me escribió una de mis reinas amarillas, eran las ocho y media de la mañana y estaba en uno de esos momentos límite para llegar en hora al trabajo, apurando hasta la última gota de gasolina (empiezo a pensar que me atrae esa adrenalina de quedarme tirada en la autovía y convertir mi día en una película de Almodóvar).
En la cola de la gasolinera, sonó la musiquilla de mensaje recibido (esa que nos hace tanta ilusión, aunque nada en comparación con aquellos SMS de antaño…) un recorte genial escrito por Maria Dolores Ortiz Illescas, que decía algo así…
«Que guapa estás cuando no te das por vencida. Cuando te quitas los miedos y te dejas llevar. Qué guapa estás cuando dejas atrás lo que pasó, para centrarte en lo que está pasando. Cuando te haces valer, y no dejas que te quieran menos de lo que mereces. Qué guapa estas cuando sueñas y sales ahí fuera a cumplir tus sueños. Cuando sabes que no existe nada imposible. Qué guapa estás cuando eres fuerte. Cuando te levantas después de cada caída, cuando cambias de piedra porque esa ya está harta de ti. Y tu de ella. Qué guapa estás cuando aprendes, cuando sabes lo que vales, lo que mereces.
Y cuando me quieres, también estás guapa. Pero es que cuando te quieres a ti, estás que te sales.» 
No sabría explicar mi felicidad al leer aquel mensaje amarillo… eso que te cuentan de que la felicidad son momentos, pues es verdad. Instantes cualquiera, a veces a solas, en rincones perdidos… con pelos de enchufe y ojeras hasta la barriga. GRACIAS
Y como la vida es un poco frontón, el amor siempre rebota.Se que a veces (desde donde estés en aquella playa del norte) lees estos recortes, por eso hoy quería enviarte algo, por todos esos recuerdos en los que estás y me hacen mejor, y me ayudan a no perderme.
ESCÚCHAME!
Quiero que vueles, que te atrevas, que pises fuerte con tus tacones cuadrados, que muevas tu melena rubia y te grites al espejo que sí que puedes. Vamos a pintarnos los labios de rojo, a guiñarnos el ojo y a dejar que nos critiquen. ¡Ponte tus alas amarillas! Abróchatelas fuerte y no dejes que se descuelguen, aunque vengan ventoleras fatídicas no lo permitas; súbete a ellas y planea por el firmamento, siéntate en saturno y apaga tus bombillas de vez en cuando, pero eso sí, nunca nunca dejes de luchar por lo que crees.

A TODAS LAS QUE CREÉIS QUE ES POSIBLE
Cartas desde #lacasitamarinera
 Un besote a todos y a seguir caminando. BB
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